Los diarios, al museo

diarios

Para que los periódicos impresos lleguen a tu casa durante todo el año hace falta talar los árboles, trasladar los rollizos y procesar la pulpa. Acarrear las bobinas con el papel de unos 850 kilos cada una hacia los almacenes de la planta de impresión –generalmente distante a cientos de kilómetros de donde se obtiene la materia prima– y luego, ya impresas las noticias, iniciar la cadena de distribución utilizando rutas y calles a lo largo y ancho del país. Para eso se destinan miles de unidades de transporte rápido que usan combustibles fósiles para funcionar. Son miles y miles de kilómetros que se desandan diariamente. Al fin los diarios llegan a los kioscos y enseguida a manos de los canillitas antes de ser recibidos por el caro lector y, finalmente, con suerte, por el amigo almacenero que terminará envolviendo los huevos o las lechugas en el transcurso del día posterior.

circuito

Este es, simplificado, el circuito de los diarios. ¿Cuántas emisiones se produjeron para que puedas tener en tus manos el papel impreso? ¿Qué cantidad de recursos se utilizaron (maderas, suelos ocupados por las arboledas, agua para los cultivos y los procesos de blanqueo en las papeleras, tinturas, plásticos y otros combustibles) para que leas algunas noticias durante un rato y luego deseches los materiales sin más?

diarieroPara la mayoría la magnitud del costo ambiental provocado por el tránsito de noticias gráficas ha resultado inadvertida. La actividad, como tantas de la era industrial, no ha dejado ver el uso abusivo de los recursos. Las casillas de chapa donde se venden los periódicos y, más aún, la figura del canillita (mote inspirado en una obra de Florencio Sánchez, un sainete que recreaba la situación de un chico pobre y flaco que vendía diarios y a quien se le veían las canillas) devuelven cierta imagen de fragilidad o desamparo que no es real. Los mismos canillitas o los empleados gráficos a través de sus sindicatos poseen las fortalezas propias de la cadena que coronan. El disimulo ha llegado a su fin. La era actual delata desmesuras en todos los frentes.

prensaEl primer periódico en lengua impresa llegó a los kioscos de Londres en 1922. En el siglo XIX la práctica de leer los diarios se popularizó y los ciudadanos del mundo podían pagar 5 guitas por el periódico sin mayor dificultad. Hoy la gente ya no los elije. Todavía destiñen, son caros y han dejado de constituir la única fuente de noticias creíbles. Es más, ha quedado al desnudo la información parcializada e insuficiente que generan, basada en unas aristas que ha decidido incluir el consejo editorial integrado por no más de una docena de periodistas. Elecciones que han hecho hoy para que puedas leer recién mañana, sesgadas por los intereses del dueño del diario y cercadas por la cultura y los aprendizajes –también acotados– de los 12 en cuestión. Muy lejos de las preocupaciones por el bien común, de dilucidar qué conviene al colectivo y cuáles son las mejores herramientas que nos ayuden a pensar.

Hoy celebramos una multiplicidad de plataformas que nos ofrecen un sinfín de miradas diferentes y tenemos a disposición tantos datos como jamás hubiésemos imaginado. Las plataformas desde donde leemos o escuchamos son las mismas que utilizamos para hablar por teléfono, pedir el delivery o pagar las cuentas. Miles de personas se incorporan cada día desde cualquier sitio del planeta.

diarios

Los diarios impresos constituyen una plataforma obsoleta, costosa y poco sustentable. La distribución de diarios puerta a puerta está en extinción. Es el único servicio de esas características que se brinda todo el año salvo un par de días. La aldea global en la que vivimos ya no tiene las características de aquella donde nos traían la leche, las verduras, el pan y hasta el pescado a nuestras casas. Esa logística demandaba casi nada. Hoy la capacidad vial está colapsada y vivimos millones donde antes había miles. Coexistimos con la falta de espacios y las casillas donde se venden los periódicos ocupan áreas de importancia vital para el tránsito de los que marchan a pie. Ya no hay lugar en las veredas para montañas de papel renovándose a diario. Como los lecheros, o los soderos más cerca, los canillitas y los que tienen puestos de diarios deberán reconvertir sus ocupaciones e insertarse en los nuevos trabajos que demandará el rediseño de todos nuestros hábitos y quehaceres. Los dueños de los diarios también deberán cambiar. Aunque probablemente la tendrán más fácil: dejarán de vender noticias en papel para comerciar con servicios, camisetas o cadenas de comidas gourmet.