Convocatoria general (Pa’ hacerlo bien)

Hace falta que venga alguien o muchos, previamente comprometidos, a convocarnos a una reflexión general acerca de cómo enfrentar los nuevos tiempos con otros modos. A un esfuerzo para escrutar, desentrañar y asimilar los cambios, pero también a la faena regia de protagonizarlos. Una amorosa invitación a preguntarnos todo de nuevo. Hace falta que nos conviden a una construcción colectiva para resignificar valores y definir adecuadamente conceptos tales como desarrollo, crecimiento y bienestar. Que esos muchos convocantes partan de una insatisfacción creativa que nos despabile y nos anime, que nos haga sentir que podemos y debemos. Y que nos hagan entender que esta vez somos nosotros y no otros los que debemos decidir. Que contagien de un modo transversal para poder contar con los economistas, los políticos, los plomeros y los arquitectos, con los científicos y los carpinteros.

El gran desafío es transmitir adecuadamente la razonabilidad que tienen los planteos que privilegian el ambiente por sobre todo. Sin un entorno favorable para el desarrollo de la especie, el planeta seguirá girando. Los que nos quedaremos abajo somos nosotros. Un mensaje que llegue con la contundencia irrefutable que nos obliga a cambiar. Que nos haga pensar que precisamos robustecer la institucionalidad, es decir, organizarnos mejor, porque esa es una condición esencial para el diseño de un país sustentable. Muchos que digan sin temor que todo lo que está hecho debe ser revisado y todos tenemos algo que aportar desde el lugar que ocupemos. Necesitamos megáfonos que llamen a revisar las representaciones para que se ajusten a lo que queremos y encarnen con fidelidad los mandatos. ¿Cómo es que para intervenir en la política hay que dejarlo todo? Los hijos, los amigos y los principios…

La tecnología debiera servirnos para dinamizar la participación, democratizar y transparentar nuestras intervenciones y propiciar discusiones de mayor calidad. Los sucesos convocan a sacar el ojo del otro y ponerlo en nosotros. Para que podamos examinar con honestidad las fallas propias, reconsiderar hábitos y flexibilizar talantes egocéntricos, tan impertinentes hoy.
Los medios de comunicación tradicionales están en crisis pero todavía son referencia para la sociedad. El llamado tiene que entusiasmarlos y comprometerlos aún más para que dejen de pensar obsesivamente en el rating, las tiradas o la publicidad y trabajen para recuperar la reputación perdida. Se esperan aportes más sustanciosos, maduros y modernos de los medios en general. Hará falta amplificar las voces de quienes se pregunten cuáles serán nuestras metas de producción y bajo qué normas éticas emprenderemos la tarea. Y sobre el rol creciente de consumidores más rigurosos que querrán saber de dónde viene la materia prima utilizada, en qué condiciones se produjo su extracción, quiénes intervinieron en los procesos de elaboración y si fueron justos y respetuosos con el ambiente y la comunidad donde se insertan, e inclusive consideraciones referidas a las distancias recorridas por esos bienes de consumo hasta llegar a la góndola donde se exhiben. Que más voces se alcen para hablar de los trabajos del futuro, de cómo reconvertir la fuerza laboral al servicio de mejores prácticas y que se mencione repetidamente la necesidad de una transición justa, donde la búsqueda de la equidad no resulte una formulación burocrática, sino que forme parte de la misión más anhelada del país.
El gran músico Argentino Jaime Torres, hijo de madre chilena y padre Boliviano, me dijo una vez que se le hizo difícil partir de su terruño. En esos tiempos no se acostumbraba a dejar la casa fácil. Su padre, de pocas palabras, le insistía en que se quede siempre un poco más. Hasta que Jaime decidió que necesitaba emprender su camino para convertirse en el exquisito charanguista que es. Se puso firme en la cocina esa mañana, y avisó de su decisión. Ante aquel acto inapelable -ya era muchacho- su padre lo miró de frente y dijo corto y hondo: “Vaya m’hijo, hágalo, pero hágalo bien.”

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Esa frase que Jaime voceó para mí un día hace muchos años en el aeroparque no la olvidaré nunca. Se trata de una invitación conmovedora a hacer las cosas bien. Jaime portaba talento y un listadito de valores esenciales, tomados del hogar donde nació, que le servirían para transitar el provenir: Esperanza, humildad, respeto, buen humor, generosidad y amable disposición para agradecer todo lo dado… El papá de Jaime no necesitó poner tantas palabras. Y su muchacho supo hacerlo. Necesitamos hacer las cosas bien. Los tesoros que guarda el territorio (clima, agua limpia, montañas, glaciares, aire puro, extensión geográfica) y la posibilidad de planificarlo todo, serán codiciados en el decenio actual. Tenemos que prepararnos. Los nuevos tiempos requieren nuevos modos. Trabajemos para despabilarnos y largarnos a disfrutar el proceso creativo que nos espera. Podemos hacerlo, estamos capacitados y lo merecemos.

YAPA: Acá pueden escuchar la canción Aires de puno