Pasemos en limpio

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El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) acaba de dar cifras sobre la pobreza en el país. Somos 44 millones y 13 millones de nosotros, más de un cuarto de la población, se encuentra bajo la línea de pobreza. Los títulos de esta mañana hablaban de que 1 persona cada 3 es pobre. En lo que va del año los que no llegan a cubrir las necesidades básicas de comida y servicios aumentaron. Ahora hay un millón y medio más de pobres.

Tras los datos oficiales, el Centro para la Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), un organismo de análisis y propuesta independiente, nos ha hecho saber que el 47,4% de los niños menores de 14 años viven en situación de pobreza. La mitad de los niños en Argentina son pobres.

Transcribo las cifras en momentos en que los argentinos soportamos, una vez más, un ajuste violento. Lo andamos aguantando o disimulando y los más activos sacan carpiendo al desánimo. Vamos a mil como el mundo entero, hay pocas cosas que logran detenernos. Pero esta vez es distinto. El impacto nos pone a pensar las prioridades. ¿Cuáles son? ¿La inflación?, ¿el dólar?, ¿la inseguridad?, ¿la lucha contra el narcotráfico?, ¿la educación? Para nada de esto habrá soluciones inteligentes si el trato incluye sacrificar a millones de personas que no pueden completar las cuatro comidas del día.¿Podríamos alentar o adherir a planes en la esfera privada o de los gobiernos que, justificando soluciones integrales a mediano o largo plazo, sacrifiquen a millones de personas, incluidos nuestros niños? ¿De verdad creemos que con el hambre de ese cuarto de población podremos construir economías, políticas y sociedades más robustas? ¿En qué estamos pensando? ¿Cómo lo estamos haciendo? ¿Qué cosas estaremos privilegiando?

No escribo para que bajemos los brazos, escribo para que se levanten.